Lo
he metido todo en la maleta, al menos lo prescindible, ya sabes que
cuando uno se dispone a elegir su equipaje siempre selecciona cosas
inútiles.
Lo
primero que he cogido es el vestido con el que te enamoré; los
zapatos que siempre me pongo para ir a bailar y un par de alas por si
alguna extraña mirada me convierte en noctívaga.
He
guardado en el neceser mi rímel más caro, para pensármelo dos
veces si me entran ganas de llorar, y el vinilo de Elvis que me
regaló mi padre. Las gafas he decidido dejarlas en casa, ya que en
ese lugar no me conoce nadie pero me llevo una máscara por si
alguien decide mirarme más allá de las bragas, ya sabes lo que odio
que intenten conocerme.
El
resto es una bola de jerséis e impulsos, de deseos y camisetas, y un
par de calcetines sin pareja por si les surge algo en el camino.
Básicamente
me llevo un arsenal de ropa que no me pondré, y lo más inútil de
todo, las ganas que te tengo.
(...y
sí, las medias con tus carreras las he tirado).
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