Mi error favorito


Soledad despertó mi instinto.
Esa chica me volvía loco, la rehuía; intentaba apartarme de ella porque sabía que no era buena o más bien porque todos mis compañeros decían que no era de fiar.
El motivo con nombre y apellidos de mi demencia era una morena de metro setenta capaz de quitarle la respiración a cualquier ser vivo cercano, era increíble.  Y no sé si era su atracción magnética, las historias oscuras que contaban sobre ella, el destino o la curiosidad, pero cada noche acababa en mi cama.
Me consumía.
Al día siguiente, como una rutina, me miraba al espejo, con mi barba de tres días, mis ojeras de insomnio y el sabor agridulce al despertar, cada día, cada maldita mañana.

[...]
Con Soledad las discusiones eran constantes, sabía que me estaba volviendo adicto a sus miradas, a su manera especial de fruncir los labios y a la suavidad del aire al traspasar su boca; mi mente se desvivía por el movimiento de sus caderas y hubiera podido pasar horas acariciándole el pelo.

Le gritaba que no la necesitaba, mintiéndole, mintiéndome.

Y podía huir de ella todo lo que quisiera, podía incluso darle mi mejor indiferencia pero ella siempre acababa apareciendo, arrastrándome, tocándome con ésas manos que no transmitían calor y con ésas sonrisas que no afectaban al resto de su cara.Y yo seguía gritándole, convenciéndome a mí mismo que no la necesitaba o que incluso podría vivir sin ella…  quería acabar conmigo.
Pero anoche, mientras acaba el trabajo de cálculo para la universidad, se acercó y me besó, activando una alarma en mí. Era un aviso, uno de tantos ahora que lo pienso.
Me refugié tanto en mi intimidad que me había convertido en un yonki de la desconfianza. Pero las mentiras no crean  mono, y mientras el vacío y la insatisfacción se hicieron notables, me di cuenta de que necesitaba abrir las puertas de mi vida, arriesgar, brindar confianza,  protegiéndome parte de las espadas con ayuda de mi colega Instinto, él pocas veces me había fallado. Así que entreabrí la puerta, y después de días y de algunas locuras, apenas la recuerdo. 

Algunas tardes me visita para recordar viejos tiempos, pero en mi cama ya no hay espacio para ella. 

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