No se puede luchar contra lo sobrenatural


La noche no tiene aditivos. Es oscuridad, es magia y para Meredith es la parte del día con más intensidad, porque se esconde en su mundo privado, completamente sola, dejando que las imágenes de vidas pasadas impregnen su mente.
De pequeña, Meredith siempre tuvo miedo a la noche, estaba segura que debajo de su cama una jauría de monstruos se escondía, acechándola hasta que cerrase los ojos y se durmiera.
Recordaba que su madre le cantaba una nana para que no se asustase, y comenzaba a sentirse a salvo, sin hombres del saco ni ojos amarillos. Tenía su blando cojín y se dejaba llevar por el sueño mientras escuchaba la tierna voz de su madre. Siempre le cantaba la misma canción, pero le daba igual, era su momento favorito del día y no quería estropearlo; la luna, su madre y ella.
Ahora Meredith ha crecido; ha cambiado y con ella los monstruos. Sus noches ahora son recreaciones de lo que ha hecho durante el día y se atormenta pensando en exceso.
Bajo su cama se esconde su inseguridad, el miedo del pasado, su autoestima baja y el arrepentimiento, ha cambiado su nana preferida por una vida llena de responsabilidades; porque ser adulta es así, enfrentarse al día con una taza de café y sucumbir a la nocturnidad, intentando aplacarse cerrando los ojos, riéndose por dentro de esos monstruos que tanto miedo le daban de niña.
Aunque ella sabe que da igual todo lo que crezcas, lo importante que llegues a ser o lo temprano que te levantes, porque por la noche siempre salen los monstruos.

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