Lo sentí, fui perfecta


Uno, dos, tres.
Uno, dos, tres.
Se trata de de mirarse al espejo y ver a tu mayor enemigo, ¿no? Me está mirando, dedicándome una risa sardónica silenciosa. Se mueve a mi perfecto compás pero noto que el reflejo me desobedece.
¿Cómo incorporar el negro al blanco sin mezclar, pero tampoco sin permitir la subexposición? ¿Acaso es posible hacerlo?
Actuar sin dejar que la imagen pérfida que ahora inyecta los ojos en mí, me coma.

Empiezo a correr, ahora no quiero tener una respuesta a todas esas preguntas. Pero noto como me persigue poco a poco, rompiendo los pianos, dejando un do roto en el aire, incrementando la sección de cuerda del Lago de los cisnes cada vez que abro una puerta para volver a coger impulso y escapar. No puedo soportarlo, no quiero que esas plumas negras se fusionen conmigo.
Uno, dos, tres, uno dos tres, el eco de mi respiración se oye a través de las paredes.
Los focos se apagan de golpe y noto un empujón, estiro los brazos, mis pulmones se hinchan, mis párpados se sellan, mis piernas se tensan, me balanceo por toda la sala desdibujando la realidad con mi locura, me versa, me marea, me sumerge en su opaco y bruno salto.
Al encenderse las luces, simplemente lo siento, lo padezco.
Noto como se agazapa, se agarra a cada una de mis venas, se une a mis ojos, me fragmenta para introducirse dentro, y se despliega de una forma ciclópea.
Me arrancó el control, y con mi última pluma blanca, yo salté.

(Para mi pequeña Noa, 

y el cisne que guarda en ella.)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te ha parecido? ¿Tienes alguna crítica constructiva? ¡Comenta y opina!