Este lugar no me repele pero sé que no me atrapa y aunque aparentemente pienses que es algo bueno, ya que atrapar recuerda a las cuerdas (y aquí ninguno está cuerdo del todo), a mí me hace sentir un vacío, un desierto deshabitado, porque no tengo la certeza, pero sí la falsa verdad, que no encontraré ese sitio. O tal vez es que haya visto poco. Solo siento que mi existencia aquí, al igual que la de todos mis seres queridos se esfumará, desaparecerá, somos volátiles.
Volátil. Me gusta esa palabra, aunque a primera vista me recorra un latigazo por todo el cuerpo de terror....¿pero terror a qué? ¿Miedo a la muerte? ¿a no ser más que una minúscula partícula en un universo ciclópeo? ¿Miedo a que el aleteo de una golondrina represente más que nuestras acciones?
Tengo muchas ganas de llorar, porque yo ya sabía que soy mortal, ¿pero acaso lo sentimos? sabemos que vamos a morir, ¿pero somos verdaderamente conscientes de ello? No, no lo somos. Nos choca, nos sumerge en una nebulosa turbulenta saber que la muerte está justo a nuestro lado. Y nadie cree que su número saldrá en el boleto a pesar de vivir a las puertas de ésta; vemos un millón de veces El club de los poetas muertos e incluso algunos se atreven a tatuarse carpe diem y siguen sin intentar hacer lo que quieren. No tenemos remedio.
Pero no sé si es miedo lo que siento, sí, sí que es miedo. Pero no me hace esconder; ese miedo no lo hace. Es un lobo feroz contra una caperucita que sabe con toda seguridad que no hay un cazador alrededor, y aún así intenta vivir. O tal vez solo la primera parte sea cierta, que esta caperucita sabe su final, no con detalles pero sabe que acabará en las fauces del lobo o por su defecto en las fauces de la muerte celular.
A veces simplemente estamos vivos. Solo eso. Y lo aprovechas. Y te vas con el lobo, lo fríes y te lo comes. O lo domesticas. O te vas en dirección contraria, al poblado del norte, y te tiras al leñador que está como un tren. Sea lo que sea no te quedas esperando a la muerte.
Y os diré que todo esto lo he escrito porque acabo de ver a una golondrina sobrevolar la urbanización en la que me hospedo estos días y me he sentido el ser más minúsculo del universo, o tal vez … o tal vez sólo soy consciente de mi fecha de caducidad.
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